sábado, 15 de octubre de 2011

Mi sexto sentido empezaba a palpitar.

Entonces le vi. Con bufanda al cuello y zapatos de charol. Caminaba cabizbajo, sin mirar el horizonte. Con pantalones ajustados y camisa a cuadros. Cigarro en mano, soltando el humo de  una manera extraña, formando redondeles que desaparecían en ese cielo gris de un 15 de octubre. Ya hace dos años.

Tocándose el pelo cada dos minutos. Intentándose colocar un flequillo casi inexistente. Parecía nervioso, confuso. También inquieto. Una vez acomodado en aquella acera, no dejaba de dar vueltas de un lado a otro. Inspiraba. Espiraba. Inspiraba. Espiraba.  Y yo seguía observándole expectante al porvenir.

De nuevo cigarro en mano y calada posterior. Esta vez emitida en forma de corazón. Ya  lo intuía. Mi sexto sentido empezaba a palpitar. Y nunca se equivocaba.

Entonces apareció ella… Caricias y contacto.

(Golpe en el pecho).

De nuevo, un anhelado abrazo seguido de  “has tardado en venir”. Quise pensar que sus labios articularon esas palabras, pues me encontraba demasiado lejos para  deducirlas.

Me giré. Di media vuelta y seguí el camino de ida, donde aún quedaban los pasos de la angustia, del desconsuelo, de la pena.


Que sean felices, pensé.

3 comentarios:

  1. Pero que ostias escribes... Joder, la madre que te echo que bn lo haces tia, eres mi idola por escribir todo esto...

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  2. ¡Gracias! ¡Me animas un montón con estas palabras!

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